14 abril 2010

DE CUERPO PRESENTE

Busto de Belmonte. Foto de Erpacomuro. Museo Taurino de La Maestranza

DE CUERPO PRESENTE
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

Estaba aún su cuerpo caliente, yacente, se le acababa de morir entre sus brazos, acurrucadito, como tantas veces de niño él acurrucó a Antoñito. Y en la hora de la muerte un esbozo de sonrisa en sus labios morados. Y el último apretón Antonio, el último abrazo a la vida de tu padre, que se te iba colando, parando, durmiendo y exhalando. Y a la hora de maitines Antonio, a esa tremenda hora, decidir. Porque los hombres que se visten por los pies trajes de luces, toman decisiones. Hay que torear en Sevilla, torear como los valientes, como los hombres machos. Torear una vez más en la vida a la muerte.

Y Antonio Barrera paseaba su luto por Sevilla, de cuerpo presente su padre y la afición por montera. Estaba escrito. De ninguna otra forma podía ser, hay toreros a los que no les acompaña la suerte, y tampoco a esta hora fue. Áspero y descastado su primer toro. El cuarto se partió un pitón derrotando contra un burladero. ¡Ay las fundas, señor! ¡Ay esos pitones de toda la corrida! Ni el sobrero del Conde de la Maza que peligroso llevaba la muerte en sus astas. Voluntad, Antonio, voluntad y poca lidia. ¡Otra vez será! El destino de los toreros es así. Así es, para quien lo entienda, la gloria y la amargura del toreo.

Luis Bolivar pegó un gatillazo en el segundo de la tarde. Incapaz de verlo y entenderlo, fue sorprendido por la bondad de las embestidas y no fue capaz de cuajarlas. El quinto tampoco era malo pero en realidad no lo vimos porque el matador no quiso mostrárnoslo, quizás por impotente. En verdad no iba a ser este toro como el segundo y el tercero.

Tercer toro que por cierto fue un buen toro por ambos pitones y le aplaudieron en el arrastre pero Salvador Cortés no supo tomarle las distancias, ni cargar la suerte, ni torear, ni rematar. Con sus bastas formas pegó otro gatillazo de pronóstico reservado. Al sexto, otro toro bueno pero inválido nada supo hacerle, torpe, ciego y además, para su desgracia, cuando habla justifica su torpeza y su ceguera, quizás es que deba ser así para darse cuenta que las cosas tienen un principio y un fin.

Lo mejor de la tarde lo hizo un banderillero. Luis Mariscal, su hermano. Se desmonteró y le tocaron la música porque puso dos pares de banderillas como mandan los cánones, al tercero de la tarde. Sacó los pares de abajo, cuadró en la cara y salió airoso. Los hubiera firmado El Vito, y nos acordamos.

La corrida de El Torreón correcta en su presentación, excepto el tercero, chico, sospechosa de pitones aún cuando tenían leña, posiblemente sufran de algún mal pues todos ellos se escobillaron. Descastado el primero. Segundo bueno. Tercero bravo. El cuarto, sobrero de El Conde de la Maza, peligroso. El quinto con posibilidades y el sexto manejable aunque inválido.

¡Aquí paz y allí gloria!

FICHA:

SEVILLA, 14 de abril, aniversario de La II República. Toros de El Torreón propiedad de César Rincón y un sobrero de El Conde de la Maza que hizo cuarto. Correctos en su presentación. Tercero chico. Buenos segundo y tercero. El sobrero, grande y feo, con peligro. Antonio Barrera, estocada con derrame, (al tercio). Pinchazo hondo y dos descabellos, (silencio). Luis Bolívar, estocada trasera caída, (al tercio). Media, (silencio). Salvador Cortés, estocada traserita, (al tercio). Dos pinchazos y media atravesada, (silencio).Se guardó un minuto de silencio en memoria del padre de Barrera, fallecido. Saludó tras banderillear al tercero Luis Mariscal. Antonio Barrera hizo el paseíllo desmonterado en señal de respeto y dolor.

2 comentarios:

Olivier Franconetti Benamor dijo...

"Allí donde no hay poesía, no hay toreo"...

salud!

Anónimo dijo...

Lo peor de la tarde, el haber tenido que volver a oir la frase maldita: "ha cuidado muy bien al toro". Cada vez que la oigo me viene a la cabeza un picador viendo como se duerme el toro bajo el peto mientras espera despreocupadamente apoyado en su vara que este salga suelto en busca de ninguna parte. Tardes de largas faenas con la muleta a media altura, sin siquiera rozar la arena, sin cruzarse y sin obligar y acabando bien arriba los muletazos a un torito con don Juan Pedro metío en la sangre.
En dos días están aquí los cuidadores, y las coca-colas.