26 septiembre 2011

LOS SUSPIROS DEL ALMA

El Juli

Plaza de Toros de Barcelona (La Monumental)

Sábado 24 de septiembre 2011 / Casi lleno

Se lidiaron 6 toros de Núñez del Cuvillo muy justos de presentación y nobles y un sobrero de regalo (7º) qué lució el hierro de Juan Pedro Domecq, muy chiquitiiiito pero con mucha bondad.

MORANTE DE LA PUEBLA: pinchazo saliéndose y estocada casi entera caída (Silencio). Pinchazo en la paletilla, pinchazo hondo perpendicular y ocho descabellos (Pitos). Estocada casi entera caída y atravesada (2 orejas).
EL JULI: estocada caída y trasera y un descabello (2 orejas). Estocada (1 oreja)
MANZANARES: estocada recibiendo contraria y tendida (2 orejas). Estocada recibiendo (2 orejas).

LA TAUROMAQUIA EN BARCELONA ENTRA EN COMA PROFUNDO
Por José Daniel Rojo

Se aproxima el momento; Barcelona apura las últimas horas antes de ver y ser testigo de como la Tauromaquia es ejecutada a muerte. Estos instantes previos están cargados de emoción, mucha emoción y sentimentalismo. La tristeza, la impotencia y la desesperación se apoderan de todos cuantos pasean por los alrededores de La Monumental y todo ello se ha dejado ver también, y sentir, en el interior del coso taurino que ya desde por la mañana recibió las primeras lágrimas de todos aquellos toreros que, asomados al balconcillo del cielo, quisieron hacer un guiño a la niña de sus ojos. Por la tarde, al finalizar la corrida, yo, al igual que otros muchos aficionados, quise que mis lágrimas quedaran enterradas en un albero que apura sus últimas horas de vida. Fue inevitable. Imposible de narrar ahora también. Las emociones vienen solas, y cuando nos visitan no cabe justificación alguna. Esa emoción se inyectó en vena ayer en casi las veinte mil almas que presenciaron la penúltima. Fue la emoción también la que se hizo dueña de la tarde convirtiendo en mágico lo que en otro día cualquiera hubiera sido vulgar, a excepción del toreo de Morante…

Morante dibujó una faena que podría ser catalogada como antológica, con o sin emoción del público, en Barcelona o en cualquier otra plaza, sea como sea… Tuvo que recurrir al sobrero, pues el lote que le tocó en suerte no fue de su agrado, y aunque no sea yo partidario de que los toreros regalen sobreros, permítanme que en esta ocasión si lo acepte solo y exclusivamente por ver torear a Morante de la manera que lo hizo. Lo recibió con dos verónicas rodilla en tierra y luego creó una verdadera sinfonía de toreo con el capote a la verónica abriendo el compás que nada tiene que envidiar a aquella inolvidable tarde madrileña. Sus verónicas fueron caricias al arte dignas de museo. Manzanares y Juli se acercaron al Artista para proponerle compartir tercio de banderillas. Accedió el Maestro que ejerció como tal, enseñando a Manzanares y al Juli como se debe realizar esta suerte. La plaza, emocionada, era un clamor. En la muleta también consiguió el de La Puebla destapar su ya archiconocido particular tarro de las esencias. Parsimonia, suavidad, Torería. Con la izquierda inenarrable. Lo cazó bien con la espada y se llevó las dos orejas, pasando así de la bronca a los olés más profundos de la tarde. Tal privilegio solo está al alcance de unos pocos y Morante es uno de ellos. Sobre su consciencia irá el haber realizado el mejor toreo de toda la tarde. Y él lo sabe.

Juli estuvo en su línea. Gran profesional, exprimiendo los toros al máximo y haciendo las cosas a su manera. En su primero estuvo muy valiente al ser capaz de dejarle la muleta siempre puesta por delante a su oponente, ligando y templando los muletazos y ganando en intensidad el trasteo. El público emocionado y el presidente que acabó contagiándose, premiaron con dos orejas muy generosas, a pesar de la mala colocación de la espada, la labor del madrileño en el primero de su lote. Estuvo mejor Julián en su segundo, un animal que presentó ciertas dificultades pero que el torero se encargó siempre de taparlas muy bien. Fue construyendo la faena y al final consiguió meterlo en la canasta basando sobre todo esta faena en el pitón izquierdo. Aquí mató mejor y se le concedió un trofeo.

Manzanares torea cada vez más despacio. Es impresionante ver como atesora este chico la virtud del temple. En su primero se centró en torear por el pitón derecho, tras intentarlo una sola vez por el izquierdo y ver que el anima pegaba el cabezazo arriba. Tandas profundas, largas y con mucho sabor. Pero le faltó a Manzanares volver a probarlo con la mano zurda. Luego se empeñó en matarlo en la suerte de recibir, a pesar de que el toro le protestaba, y pasó lo que tenía que pasar cuando se hacen las cosas por cabezonería, que dejó una estocada de muy fea colocación. A pesar de no matar bien y de no torear al natural, se le premió con dos apéndices. Todo sea por la emoción. En el sexto aprovechó Morante para hacer un quite tras la bronca que llevaba en el esportón, lo que antiguamente se llamaba como quite del perdón, y que quite… el público empezó a pitarle cuando se disponía a empezar pero luego no quedó más remedio que decir olé y levantarse para aplaudir una media verónica que por sí sola valía un pasodoble. Con la muleta se centró Manzanares en esta ocasión por el pitón izquierdo aunque luego vinieron pases en redondo y circulares que hicieron las delicias del público. Otras dos orejas tras una muy buena estocada que también fue a la suerte de recibir.

Los toreros por la Puerta Grande y paseo por la Gran Vía de las Cortes Catalanas. Gritos de “Libertad, libertad”. Una ovación que sonó al romperse el paseíllo y que saludaron los matadores y subalternos. Un niño que vi en la andanada dando muletazos al aire con un jersey. Y por supuesto, la faena de Morante. Esos fueron los momentos que a mí me emocionaron y me llegaron al corazón. Sí, sí, los hombres también lloramos y no nos debe importar reconocerlo.

Era difícil reflejar entre líneas tanta emoción. Una emoción que se antepuso a lo que verdaderamente ocurrió en el ruedo, salvo el toreo de Morante que sí qué fue emocionante. Hoy he sentido y me ha resultado prácticamente imposible narrar, pues narrando se pierden los suspiros del alma.

P.D. La tauromaquia en Barcelona agoniza en el ruedo. Nadie le da más de veinticuatro horas de vida pero perdurará por siempre en nuestros corazones.

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